lunes, 30 de agosto de 2010

Posdata Apocalipsis

"A man is only as sick as his secrets"
- Mary Alice, Desperate Housewives

La comprensión de las palabras es inexacta.

Un plan siempre tiene miles de variables. Un plan siempre es una idea, muy elaborada en ocasiones, muy simple en otras. Un plan puede ser sólo una maraña de ideas que brotan de la mente sin freno capaz de detenerlas y es este el tipo de plan que más duele cuando se quiebra. Es este el tipo de plan que algunos formulan durante un periodo significativo de tiempo, que un día se resbala de las manos y cae con un golpe seco, para dejar después todo en un inquietante silencio. ¿Cuántos engaños, cuántas mentiras, cuántos muertos más se hallarán tras los huecos que deja la partida? ¿Cómo son realmente los rostros? ¿Cómo eran los ojos? ¿Cómo se mantiene por tanto tiempo una obra en escena?

Sentirse cansado, harto del stand by en el que se está sumido; sentirse absorvido, disipado, escondido. Cuando los sonidos se mezclan, se reducen, crecen, desaparecen, se reavivan evanescentes y con ellos lo que queda de una vida. ¿Cuánto daño puede hacerte un igual? ¿Cuánto puede lastimar alguien que ha excedido sus propios límites? ¿Cómo es eso de mirar y no saber, escuchar y no entender?

Camino a diario, tantos pasos como es posible, tantos metros como permita mi llanto. Camino a diario y a ratos veo lo invisible y en otros tantos siento lo imposible. ¿Qué es esta necesidad que vuelve a mí una y otra vez y cuando deja de estar, es aún más palpable? Cómo explicar que entre el ir y venir de los perros, las tablas sobre el pavimento, y otros pasos certeros, no termino de sentirme parte de esto que siento, sigo esperando despertar del sueño; sigo buscando cortar este hilo que, de una u otra forma me ata al recuerdo.

¿Soltar? Ya lo he hecho, pero todo vuelve a mí, como si nunca se hubiese ido; sin palabras, absorta, perdida en la nada y mirando de forma extraviada, presente como si todo fuera igual y encontrando cada pieza en todo lugar.

¿Cuánto tiempo más, ángel mío? ¿Cuánto tiempo más para que por fin ahogue todo en la nada y pueda recuperar la tan ansiada calma? ¿Cuánto tiempo más para callar todo aquello que insita mis ganas y volver a estar completa, ocupada en mis asuntos, disfrutando las sonrisas y odiando los disgustos?

Dormir es todavía un suplicio. El insomnio de ser acosada por fantasmas, el frío y el miedo de abrir los ojos y mirar otra vez lo abstracto que quedó todo en el interior. Si las alegrías hablaran, ¿qué dirían? ¿Algo que no mencione los segundos por los que pasó un nombre? Eso sería útil. No duele el sabor del fracaso, no duele el aroma a vencido, no duele el temor de los años. Sólo tengo que empezar de nuevo, probablemente como algunos, probablemente como temo, aunque por el momento sólo quiero ser esto: jirones apagados en el suelo.

Olvidamos vivir un día a la vez. Nos enfocamos tanto en ver las tripas, qe dejamos de poner atención a los ojos y se nos pasa la vida. El hombre se ha orillado a la peor de las esclavitudes pocas veces descrita, siendo presos de nosotros mismos, del tiempo, y haciendo lo que los demás harían. Se ha perdido el aliento, la libertad de amar, la naturalidad de los sentimientos que dignifican y dan sentido a respirar, a despertar.

No se pueden ignorar los agujeros que brotan en el cielo y perderse en uno mismo, convirtiendo anhelos en pesadillas. No se puede encapsular la pureza en una jaula, ni la sonrisa en las heridas.

Lo cierto es que no habrá puntapé que vuelva a tomarme desprevenida...

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