domingo, 22 de agosto de 2010

añejo malestar


"La felicidad es un chocolate caliente cuando hace frio"
- Nana, Bokura ga ita

Es extraña la sensación del tiempo pasado...
Veo el ruido en las fotos, el cambio continuo en el pixelaje, el paso de los años en las esquinas maltratadas, la ansiedad de las huellas plasmadas. Es difícil no trastabillar, no dudar, no mirar atrás. ¿Cuándo fue que crecimos?

Lo bueno viene a la mente. La facilidad con la que de un momento a otro la cabeza se iba a la luna para perderse en ella, jugando en la tierra, girando hasta que, sola y por sí misma, la cabeza siguiera dando vueltas, mientras el aire esponjaba el vestido y así reía y reía sin parar, hasta que la panza doliera y ya no se podía más. Entonces todo parecía simple, había formas de escapar. Por que uno no tenía mucho de qué preocuparse, no hay mucho de qué ser responsables...

Punto ciego es eso de extrañar.

Al recordar, ya sean personas, cosas o eventos, siempre evocamos lo bueno, lo que saca esas sonrisas inexplicables. Lo malo es bloqueado y almacenado en algún punto del subconciente, poniendo una capa sobre otra, moldeando los temores, las deficiencias. Y entonces, por mucho daño que nos haga algo, regresamos ahí una y otra vez, porque estamos seguros de que en cuanto queramos, nos deshacemos de eso y de las máscaras que implica, para ser libres al fin.

¿La verdad tras el engaño? Ese momento nunca llega. Podremos ponernos un millón de vendas en los ojos, atar nuestras propias manos y pies, y amordazarnos para no ser responsables de lo que ocurre. Se torna en un cuento de nunca acabar, en el que una catedral inicial termina siendo una fría cárcel en la que las vendas, las cuerdas y las mordazas son reales, tan reales que dejan cicatrices, tan reales que al recordarlas algo duele dentro, algo parece muerto. Pero tarda para que la mente y el corazón lleguen a un acuerdo e intercalen los recuerdos con los sentimientos. Porque aceptar que uno fue ultrajado, manipulado, y casi destazado no es sencillo.
¡Ay de las mentes jóvenes que cargan basura de locuras seniles! Es más feliz el infeliz que cae en batalla, que el maldito que vive de la infelicidad de otros.

Un adulto es un niño que se ha tomado la vida demasiado en serio. Que tristeza que haya tantos de esos sueltos por el mundo, más cuando parte de su mente está mutilada, y a su alrededor nadie dice nada.

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