"Carecer de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad"
—Bertrand Russell
Que desde mi ventana, oigo las voces en las que se dibujan esos vacíos llenos de memoria; que las luces me cuentan, una a una, esas historias marchitas con el paso de la luna; que las barreras se levantan conforme avanza una noche que equivale a un sinfín de días como hoy, en un antes que daba rienda suelta a la penumbra, en un rincón.
Que en el batir incesante de las horas, se inhabilita el resultado adverso de fraguar sin ton ni son, para girar en torno de la seda de tus pasos impíos y funestos. Que hacerse pedazos en el orden correcto del adiós sea un freno a lo enérgico que fue el viento en la cara cuando sólo estábamos los dos. Que la composición de un simple sueño, marca el ritmo de un mañana que jamás se asomó, sino en algunos párrafos de idilios característicos de mi impertinente corazón.
A primera vista y ejecutando el capricho, el agua helada hizo su función. En calidad de llanto, mi inconsciente te dijo adiós. Y cuando el frío deriva en decepción, no hay mano que arroje al viento venturanzas de un pasado que, vagando ociosa, me conduzca a vislumbrar los primeros rayos de un nuevo sol.