miércoles, 19 de junio de 2013

No sé mirar

No sé mirar.
No sé mirar porque cuando uso mis ojos,
 veo más adentro de lo que en teoría
permiten las membranas superficiales.
No sé mirar porque a veces la vista está cansada
y ve doble y no enfoca y se queda esperando
a que todo se empalme como debería.
No sé mirar porque muy seguido
estos ojos se enturbian con el llanto
y todo al rededor son bultos y espasmos.
No, no sé mirar.
No sé usar los ojos para lo que es obvio.
No sé colocar la vista en un objetivo claro,
sino más bien en el camino.
No sé mirar porque cuando ando,
lo hago por instinto.
No sé mirar, porque cuando veo
que gran parte de ti no está,
me desgarro los ojos para no saber más.
No sé mirar, porque andar a gatas
es más viable que ponerme de pie
ante el panorama de tu ausencia presencial.
No sé mirar, tal vez,
porque sencillamente no me interesa. 
No sé mirar,
pero para ser feliz,
sólo necesito un par de grandes alas
y es un hecho que, una vez desplegado el vuelo,
los ojos sobran:
no son más que sacos sobreestimados en el ensueño
y vaciados en la soledad.

domingo, 16 de junio de 2013

jueves, 6 de junio de 2013

Yo qué sé

Esos encuentros que,
apenas al pisar el terreno ya saben a despedida, 
te hacen ver la fina línea entre la obsesión
y la pasión exacerbada. 
Tal vez de todo lo que te he dado,
con lo que me quede al final sea sólo el cascajo,
el remanente incluso de todo lo que no pasamos.
Con suerte, 
alcanzo a decirte que tu ausencia es la musa
que se acurruca en mi almohada 
para recitarme los versos que
tejen un par de noches en mi memoria desvalida.
Con suerte 
mi regazo no se transforma en un desfiguro
que resguarda tu silueta en un vaivén acompasado
 por el frío matinal
colándose por tu ventana a media luz,
ese frío que mantiene intactas tus manos 
sobre las constantes despedidas.
Con suerte
no paso por alto tus pupilas hondas
diciéndome que detener el tiempo
entre las manos
no será freno para lo mal que irán las cosas
si sigo con el dedo en el renglón.
Con suerte, no me encuentro a mí misma desesperada, 
hecha añicos por mi necedad.
¿De qué se trata?
¿A qué clase de juego creen que juega uno
cuando un decreto 
es fiel amigo del autoengaño?
—¿Qué dice el espejo?
—Sigue recitando:
 "eres un ayer, cuyas pisadas firmes,
se tornan en malabares sin gracia".

T a l        v e z        u n       d í a         d e         e s t o s ,       p o r      f i n      m e       l o       c r e a .

sábado, 1 de junio de 2013

Momento.

—¿Por qué me besas?
—Porque quiero.
—¿Por qué quieres besarme?
—No lo sé.
—¿Y dónde queda lo que yo quiero?
—¿No quieres que te bese?
—Puede que no. Pero, ¿cómo lo sabría si no me das un momento previo al beso para pensar y decidirlo?
—Porque un beso no se piensa, se recibe y se da.
—¿Y si no quisiera recibirlo o devolverlo?
—Me lo habrías rechazado desde el momento en que osé acercarme con la intención más que clara de querer arrancar tus labios con los míos.