domingo, 30 de diciembre de 2012

Por hoy...


Dejé escritas un par de líneas sobre las sábanas de tu cama. No dicen mucho, sólo lo necesario para que, ahora que vuelvas, descubras que las noches mitigan los dolores de los días cuando la ansiedad no aguanta.

Conforme pasan los minutos, la tinta se secará, al punto de resquebrajarse hasta que el viento de tu voluntad, decida borrar los trazos finos que con tanto cuidado osé marcar.

Volverás y verás la limpieza de tus sábanas, que dejarán un sabor nostálgico a tu gusto reservado. Mirarás las ventanas y preguntarás por dónde se han escapado los ecos de esa extrañeza momentánea.

Probablemente nuestros pasos nos pudieran llevar por el mismo camino, pero en un gesto adusto, tus sábanas me cuentan que te idealizo como si realmente algo en mí, de tí, valiera la pena. Y para tí, lo mismo.

¡Ay, tus sábanas liláceas! Tu cuerpo tibio, tu respiración entrecortada.

Se iluminan entre sus hilos las luces que nos vieron reflejados en interminables madrugadas; esas madrugadas que parecían volar como hojas secas emigrando a su última morada.

Se me oculta tu rostro tras el recuerdo de las sábanas impregnadas de otoño.

Me saboreo la efervescencia del tiempo vano, en lo inocuo de las miradas llenas de pesadas voces gritando, sin que realmente se les oyera.

Extrañar es degustar, con la memoria, lo que no se puede tocar con las manos. Migrarán las paredes a un desierto de palabras y así, cuando vuelvas, no verás más nada de mí. Sólo a tus pies, un tintero volcado.

Dame lo que te plazca, lo que quieras, pero nunca aquello que no tengas.